Artículo publicado en LABlog, blog de bloggers de LABoral.
Hace ya varios años leí una frase de Juan Ramón
Jiménez que aún retumba en mi cabeza: “jamás
un paisaje podrá ser idéntico a través de varios temperamentos de músicos, de
pintores, de poetas.” (1) Y es que un mismo lugar se compone de multitud de
elementos y cada artista suele destacar sólo aquello que más le atrae,
plasmando así su propia visión del mundo y su propia sensibilidad. De ahí que
no deba sorprendernos si, al pedir a varios creadores que representen el mismo
bosque a idéntica hora del día, los resultados sean completamente distintos. Por
mucho que no queramos, la subjetividad forma parte de nuestra naturaleza y
puede haber tantos bosques como ojos miran.
La frase del escritor español bien podría ser los
cimientos de la última exposición inaugurada en LABoral Centro de Arte y
Creación Industrial a mediados de marzo y comisariada por Alfredo Aracil.
Titulada “Ocho visiones de un paisaje que nunca se termina de hacer”, la
muestra presenta la visión que ocho artistas tienen sobre el paraje natural,
virtual y humano que les rodea. Y a pesar de la diversidad de propuestas, a
todos ellos les une un punto de vista casi arqueológico: no solo quieren
analizar la superficie más reciente de aquello que les rodea, sino indagar más
en el fondo y reflexionar sobre las diferentes capas del pasado de esos lugares
o sus habitantes.
Pero ¿quiénes son los ocho creadores que
exponen en la muestra? Todos ellos fueron seleccionados entre los cerca de 200 profesionales que componen el Archivo de Artistas
Asturianos (2) y sus nombres son Ramón Lluís Bande, Elisa Cepedal, el
Colectivo DK, Cristina Ferrández, David Ferrando, Alicia Jiménez, Marcos Merino
y Amalia Ulman. A pesar de la calidad existente en todos ellos, me gustaría
destacar especialmente a la asturiana Elisa Cepedal (Barredos, 1982) por el
interés que tengo hacia su obra. Licenciada en Bellas Artes por la Universidad
del País Vasco y en Cine por The London Film School, sus trabajos se han
mostrado en varias instituciones como el Museum of Modern Art (MoMA) o The Film
Society del Lincon Center y en festivales de la talla de BAFICI, Anges Premiers
Plans o Raindance (3). Y ahora vuelve a su tierra natal, Asturias, para
presentar en LABoral el trabajo “Ay Pena”, un cortometraje de casi 20 minutos
realizado en 2012 que enamora por el realismo y la delicadeza con la cual se trata
a los personajes.
Elisa Cepedal.
Esta pieza cuenta la historia de un retorno al
pasado. Una emigrante, Lucía, vuelve a su ciudad natal tras largo tiempo
ausente y se reencuentra con el paraje y las personas de su niñez, provocando un
choque entre sus recuerdos de la infancia y la realidad actual. Vuelve al mismo
lugar que dejo años antes pero inevitablemente todo parece extraño. El lugar
tal como ella lo recordaba irremediablemente ha cambiado. La vida de la ciudad no
se ha detenido en su ausencia y ella tampoco es la misma, por lo que “los conocidos se hacen extraños” al mismo tiempo que el espacio que antes dominaba “se
transforma en algo nuevo” (4).
Ante esta historia, no pude dejar de pensar en
unas palabras que escribió el escritor John Banville como introducción a su
libro “Imágenes de Praga” y que
decían lo siguiente: “Las ciudades
ejercen una fascinación fuerte y extraña, pero ninguna más extraña ni más
fuerte que el influjo de Praga en el corazón de viajero que siente añoranza (…).
Al regresar siente que nunca se ha alejado, pero aun así se encuentra culpable
de desmemoria, abandono, e infidelidad” (5). Es verdad que cualquier
emigrante siente que su ciudad natal es su hogar y no puede dejar de sentir
nostalgia y atracción hacia ese lugar, pero nunca volverá a sentir la
familiaridad que respiraba con anterioridad tras una larga ausencia. Al igual
que “jamás un paisaje podrá ser idéntico a través de varios temperamentos” de
artistas, jamás una misma persona podrá ver ese paisaje igual en los diferentes
periodos de su vida.
Imagen de Ay Pena.
Tras estas reflexiones, es interesante conocer
más a fondo a Elisa. Hemos querido entrevistar a la artista y ella ha sido tan
amable de contestar una serie de preguntas sobre su historia, sus referentes e,
incluso, la obra que presenta en LABoral. ¡Disfrutad!
Hola Elisa. Estudiaste
Bellas Artes en la Universidad del País Vasco y tu carrera ha estado enfocada
al sector cinematográfico. ¿Qué te atrajo del cine para dedicarte a esto
profesionalmente?
La fotografía fue lo que me llevó a estudiar Bellas Artes pero el interés
por el cine empezó a ocupar ese espacio. Tuve un profesor que nos descubrió
grandes clásicos como Ford o Hawks. Durante esa época íbamos casi a diario a la
cinemateca y vimos ciclos enteros de Rouch y Godard. Y pronto empezamos a rodar
cortos con amigos.
Cuando me vine a vivir a Londres el cine era tan importante para mi que
decidí ir a la escuela de cine. Entonces el conocimiento de la técnica
transformó ese interés más idealista en un oficio y ese entusiasmo casi
incomprensible empezó a cobrar sentido.
A lo largo de tu carrera
has trabajado como directora de cortometrajes y como montadora. ¿Qué te gusta
de ambos trabajos y en qué labor te sientes más cómoda?
Lo que más me gusta, sin ninguna duda, es la realización de mis propias
películas. Me encanta ejercer control sobre todo el proceso, desde la escritura
hasta la postproducción, y la materialización de lo que empiezan siendo ideas insignificantes
que ganan peso con el tiempo y se convierten en una necesidad expresiva.
El montaje me interesa mucho y, además, me permite ganar dinero, algo que
veo imposible con la dirección, o al menos con la dirección de mis propios
proyectos que son los únicos que me interesa dirigir. Quizá lo que prefiero de todo
es el montaje de mis películas.
A
la hora de filmar, ¿cuáles son tus referentes o inspiraciones?
Me interesan autores cuyo trabajo proponga una nueva
manera de mirar a la realidad e incluso transformarla. Me gustan autores con
inclinaciones hacia el realismo que consideran el cine como elemento de
resistencia. Formalmente la mayoría de ellos tienden hacia la creación de
imágenes dando importancia al movimiento dentro del plano, a diferencia del
movimiento en cámara.
También hay una búsqueda con respecto a las formas de
interpretación de los actores que escapa al naturalismo. Jean Marie Straub y
Danièle Huillet son un buen ejemplo, y también Pedro Costa o Bresson.
Por otro lado, aunque el trabajo de Godard ponga mucho
énfasis en el montaje, algo que no yo no practico, es probablemente el que más
me ha influenciado a muchos niveles.
Aunque
naciste en Asturias actualmente vives en Londres. ¿Qué te empujó a vivir fuera
de España?
Cuando terminé la carrera no tenía muy claro que hacer
pero sabía que era el fin de una etapa y, después de cinco años en Bilbao,
quería explorar un lugar nuevo. Irme a vivir a Londres fue más un impulso que
un plan a largo plazo.
A
pesar de vivir fuera formas parte del Archivo de Artistas Asturianos, un
fichero surgido en 2011 que aglutina a creadores nacidos o residentes en la
región. ¿Qué opinas de iniciativas como esta?
Estar en contacto y trabajar con cineastas asturianos es
una satisfacción y da un sentido de encajar, de pertenecer a algo mayor y más
importante que la creación individual y solitaria de uno, especialmente
viviendo fuera. Y si la creación artística traza la historia, la memoria de un
lugar y un tiempo, la importancia del archivo reside en esto. Ser una pieza más
de ese puzzle que ayude a dejar una impresión y ver la realidad de Asturias de
otro modo, para mi, tiene que ver con esa sensación de pertenecer y es algo muy
valioso.
Presentas
tu obra Ay pena en la última
exposición de LABoral, “Ocho visiones de un paisaje que nunca se termina de
hacer”. ¿Qué te inspiró a realizar este cortometraje?
Es difícil recordar cuál fue esa primera idea
insignificante que me llevó a hacer Ay
Pena. Fue la necesidad de rodar algo en casa, de filmar interiores, de
explorar esa sensación de regresar a un lugar en el que uno ya no vive pero del
que sigue siendo parte.
¿Qué
crees que hay de autobiografía en la historia?
Es imposible evitar nutrirse de las experiencia
personales cuando se escribe. Las ideas y afectos de Ay Pena surgieron de mi por lo que tienen todo que ver conmigo,
pero creo que lo importante no es tanto de donde vienen si no a donde van. Esas
ideas van cambiando con la contribución de todos los que intervienen en la
película y acaban de transformarse en los ojos del espectador. La trama de Ay Pena es completamente inventada y se
podía haber rodado en cualquier otro lugar.
Imagen de Ay Pena.
La
protagonista de tu obra se enfrenta a un paisaje tanto físico como humano que
conoce pero que ha sufrido cambios desde su infancia. ¿Crees que para el
emigrante supone un conflicto reencontrarse con unos elementos de su pasado que
muchas veces ya no son familiares?
Más que un conflicto evidencia una manera nueva, distinta
de percibir las cosas. Estar fuera da una distancia que a veces es necesaria.
La ventaja es que cuando se necesita ver algo de cerca, siempre se puede volver
y acercarse.
Y
por último, ¿qué otros proyectos tienes pensado para el futuro?
Estoy preparando un largo. Lo rodaremos en Cuenca y el
protagonista va a ser un minero.
Espero que os haya gustado esta entrevista.
Si queréis conocer más sobre
Elisa os recomiendo pinchar AQUÍ y disfrutar.
Notas:
(1) Frase del poeta español Juan Ramón Jiménez.
(2) El Archivo de Artistas
Asturianos nació en 2010 con la intención de ser una “herramienta fundamental a la hora de dibujar una cartografía de la
cultura asturiana”. Para más información, os recomiendo leer el siguiente
artículo escrito por Montaña Hurtado en 2013: http://www.laboralcentrodearte.org/es/files/2013/bloglaboral/archivo-de-artistas-asturianos/view
(3) Más información sobre
Elisa Cepedal en: http://www.laboralcentrodearte.org/es/recursos/personas/elisa-cepedal
(4) Palabras escritas en el
dossier de prensa de “Ocho visiones de un paisaje que nunca se termina de
hacer”. Más información en: http://www.laboralcentrodearte.org/es/recursos/prensa/noticias/dossier-de-prensa-ocho-visiones-de-un-paisaje-que-nunca-se-termina-de-hacer
(5) John Banville, “Imágenes de Praga”, Herce
Editores (Madrid), 2008, pág. 11.
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